El estado Trujillo no es tierra de Gracia como dijeron los españoles, es tierra de graciosos, nos llenamos de la mayor Esperanza cuando llega un gobernador nuevo, así resulte más malo que el agua de yuca.
En los velorios reímos del vecino que murió en mal momento a causa de una bala perdida. El humorismo es un factor clave en la formación de eso que llamamos alma. En nuestros pueblos encontramos verdaderas leyendas vivientes con una vena humorística que envidiaría cualquier encopetado de esos que se hacen llamar humorista.
El trujillano desde hace muchos años utiliza el humor como arma de lo más efectiva para minimizar y olvidar frustraciones, rabia, resentimientos, desesperanza y engaño de los políticos.
El que toma muy en serio las cosas, termina pegándose un pepazo en la mera frente. Es una herramienta ideal para sentirnos mejor, aguantar las caletas de la suegra y nos ayuda a tomar las cosas con calma cuando comienzan los achaques de la vejez.
El humor de cada día tiene la inmensa fuerza de hacer más placentera la existencia humana, porque enriquece nuestra espiritualidad.
En el alma humorística del pueblo es dónde ha nacido la gran riqueza creadora de la humanidad, porque el humor se ríe de los poderosos, del alto clero, de los empresarios que son más duros que gallo viejo, del oscura que no quiebran un plato, de los grandes militares que se llevan las glorias, mientras el pueblo pone los muertos.
Y es que Eduardo Galeano lo dijo: “El humor tiene la capacidad de devolver la certeza de que la vida vale la pena. Uno se salva a veces gracias al chiste que escuchó y es que, no hay que tomarse nada enserio si esto no nos hace reír”.
Fuente: DiarioElTiempo/2009/AlfredoMatheus
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