En
Venezuela el tema de los niños de la calle es de nunca acabar. Es uno de los
problemas más sensibles para todos los gobiernos habidos y por haber. "Uno recoge lo que siembra; cuando comiencen a vivir tempestades
familiares o enfermedades, no le echen la culpa a “Otros”.
A través de este espacio de
comunicación popular, queremos compartir con los lectores, las vivencias de un
personaje que bautizaron “El Sarnita”, su nombre de pila es Alfonzo Valero, y para quienes piensan que es imposible salir del mundo
del alcohol, aquí está su testimonio, uno de los más famosos, ex-niños de la calle, en la comarca valerana.
A los 8 años me refugié en la calle,
recuerdo a un familiar que me daba cerveza en un vasito de tomar café… Ese familiar del que hablo,
era alcohólico, comencé a acompañarlo por calles y avenidas.
A los 11 años tuve el primer contacto
con el basuco y otras drogas. Me volvía “Loco” hacía cosas verdaderamente
infernales… dormía en el suelo, allí los escalofríos
me ponían a temblar como “perro recién bañado”. Llegó un momento en que no
podía levantarme. En las cercanías del mercado viejo, un grupo de comerciantes de
buen corazón se dirigieron al cuerpo de bomberos para informarles de la terrible
situación que estaba viviendo, varios efectivos se presentaron y me trasladaron
a emergencia del Hospital del Central de Valera, allí me dijeron: Usted
tiene cirrosis hepática, o deja de beber, o no comerá pescado en Semana Santa.
Tres meses duré hospitalizado, los
médicos le infirmaron a la familia que se prepararan para lo peor. Mi familia ya había comprado el cajón. Me le escapé a
la “pelona” por un pelin.
Palizas van Palizas vienen
Después que abandoné el hospital, las ganas
por beber eran bestiales, era como si el “diablo del alcohol” se metiera en mi cabeza, no había forma de detener aquellos intensos deseos por consumir
cocuy.
Nuevamente volví a consumir alcohol, a
pesar que estuve a punto de mudarme para el cementerio. Me fui deteriorando
física y mentalmente, no me bañaba, la putrefacción era horrible, llegaba donde
un vendedor de arepas de esas que llaman “mata perro” y el arepero me las daba
desde lejos, otros me sacudían del lugar porque los clientes salían despavoridos
al notar las condiciones en que estaba…
En horas de la madrugada, la policía me
daba unas bestiales palizas, en el retén del El Cumbe ya no me recibían por el
deterioro físico que cargaba. En el mercado viejo la gente pasaba unos metros
más allá para no encontrarse con el famoso “Sarnita”.
¿Qué pasa dios mío? ¿Por qué me sucede
esto a mí? Llegué a preguntarme en algunos momentos. Una mañana un grupo de
evangélicos se acercaron al lugar donde me encontraba durmiendo, me hablaron de
un Centro de Rehabilitación en Betijoque, me levantaron, me introdujeron en un carro
y allá me llevaron.
Allí la mano piadosa de una mujer,
Marilú Ramos, me brindó todo tipo de atención: curaron mis heridas, me bañaron
por primera vez en muchos meses, recuperé bastante mi estado de salud.
Un día se me metió en la cabeza, la
obsesión de tomar alcohol, me fui de ese lugar, y nuevamente volví a las calles
valeranas buscando a los “canapiales” para que me brindaran un palo de amargo
cocuy…
Alcohólicos Anónimos Salvó mi Vida
A lo largo de 25 años sobreviví en el
infierno del alcohol, esa experiencia tan dolorosa no la deseo a nadie, es algo
que te quema el alma y te deja como un “cascarón vacío”, uno no se suicida por
puro miedo pero poco a poco “Don Alcohol” nos va matando.
Sería de tanto pedirle ayuda a Dios,
así como las oraciones de mi querida madre, un día se me acercó un señor que se
identificó como miembros de Alcohólicos Anónimos, me dio testimonio de la vida
desastrosa que vivió con el alcohol, esa historia me motivo y decidí buscar
ayuda en AA.
Una noche fui a Alcohólicos Anónimos con
mi mama y mis hermanos. Esa reunión de terapia me marcó, me ayudaron a transformar mi vida, me brindaron su mano amiga.
Jamás me calificaron de borracho, vagabundo, perdido, me dijeron que yo era un
enfermo que necesitaba ayuda, que no era ningún bandido.
Por la bendición de Dios hoy soy otra
persona, no he vuelto a beber una sola copa de licor, tengo una hermosa niña
que es la razón de mi existencia. Mi madre hoy duerme más tranquila.
En Alcohólicos Anónimos aprendí a vivir el día de
hoy. Esta enfermedad
no tiene cura, pero Dios en primer lugar, y Alcohólicos Anónimos, me ayuda a
llevar las cargas de la vida diaria con más tranquilidad.
Fuente: DiarioElTiempo/2006/AlfredoMatheus
sabes que Orar puede Detener las Peores Tempestades por mas mal que estemos no hay que parar la oración solo en la oracion esta la victoria a todas esas pruebas que nos pone Dios antes del fruto
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