La Vieja Valera
En la Valera de la década de los años 60, luego de la caída del General Marcos Pérez Jiménez, las prostitutas o mujeres de la vida alegre se “Soltaron el moño” y salieron del anonimato para vender amores a precio de dólar.
Se hicieron más que famosas: La zorra quién se daba el gusto de fiar sus servicios a los clientes de mayor confianza... La ¡Rabo de mono! con su corpulencia física y la técnica que aplicaba mandó a más de uno a emergencia del hospital Central de Valera. La cochocha le encantaba un muchacho liceista, mientras la Toyota se dio a conocer en Valera porque aguantaba todo tipo de carga.
Barberos a pie
En aquella Valera sin las colas infernales de vehículos que se hacen ahora, los barberos "pelaban" a los parroquianos en sus propias casas. Con sus cortas tijeras en un santiamén y !Zuas! Dejaban al cliente como bola de billar (sin un pelo en la cabeza).
El alquiler de bicicletas
Hubo un personaje que bautizaron “El Chente” , al final de la calle 14, con avenida 3, alquilaba la bicicleta mañana, tarde y noche. La tarifa era un bolivariano la hora de alquiler de bicicletas y 5 bolívares las motocicletas.
En una hora se le daba la vuelta a Valera el aquellos triciclos, lo más asombroso nadie se robaba una bicicleta, el que se pasaba de la hora tenía que cancelar una pequeña multa, lo contrario, na nai na nai, no se le volvía a alquilar así se llevará a la abuela de testigo.
A echar canitas al aire
La gente adinerada de la época se perdía de sus casas y se marchaba de rumba para el "Arco iris", donde Hoy está ubicado el barrio Simón Bolívar, por La Floresta, allí había mujeres que parecían sacadas de un concurso de Miss Venezuela, la belleza qué hacía gala.
Los obreros, trabajadores y estudiantes que no podían pagar la bola de billetes que cobraban en el "Arco iris" aterrizaban en la bajada del Río adónde el popular "Cristo e lata", vendía la cervecita bien fría 0,50 céntimos (un real), mientras las damiselas bajaban de la mula a la clientela con 5 bolivarianos.
El peluquero bonchon
En aquella Valera sin corruptos y donde el agua llegaba a borbollones se formó un escándalo de ¡Señor mío! Cuando un conocido peluquero contagio con una enfermedad venérea al hijo mimado de un próspero comerciante.
Fue tanta la presión de "Mami y Papi" que el pobre peluquero fue expulsado de la urbe valerana, el aviso de que si regresaba a la ciudad sería llevado a la "Chirola" (cárcel) para que afeitara a los presos.
Monseñor Cardozo
Fue el cura más "Comecandela" que conoció la tierra de Mercedes diaz y la iglesia San José. Si una muchachona se le ocurría ir un domingo a misa con un llamativo vestido a los ojos varoniles, Monseñor Cardozo, en pleno sermón a través del micrófono manifestaba a los cuatro vientos: Le agradezco a la dama de faldita roja, esa que está ahí, a mi derecha, que la iglesia es la casa de Dios, esto no es un bar de "mala muerte", así que vallase a tomar el agua donde se comió el pescado, y me abandona este recinto sagrado".
Y llegó diciembre
En los días decembrinos las tiendas o casas comerciales que más rendían eran: Mi tesoro, Casa Peña, Blanco y Negro, Villa Caracas, Zapatería Florentino, La Bota Roja, La Castellana, Casa Valera. En las calles del centro de la urbe no había un solo buhonero, mi arrebatadores de cadenas, mi choros del mal vivir.
El mata rata
Este vendedor informal en el mercado viejo se conoció más allá de Valera con su grito vagabundo: Llegooo el mata rata, el mata ratones, llévelo doñita y no se arrepentirá, sí hay el mata rata.
La lochera
Era un camión 350 que transformaron en un autobús de madera, los Valeranos daban la vuelta a la ciudad en aquel camastrón más viejo que el río Motatán.
Aquellas retretas
De la Banda Bolívar eran inolvidables, todo un acontecimiento cultural, las notas musicales llegaban al corazón de los parroquianos.
Luego de finalizada las veladas en la plaza Bolívar, las parejas de enamorados se dirigían a la heladería Roma, al lado de radio Valera, allí un señor italiano elaboraba las mejores barquillas de la comarca, otros jovenzuelos iban a sólo mirar a la hija del señor italiano, una dama tan bella que a muchos se le caían las barquillas al contemplar aquella cara angelical y ojos soñadores.
Cómo olvidar aquella Valera y los programas dominicales de la emisora de la avenida 10, no cabía un alma más, la muchachada de los barrios se volcaba a radio Valera para participar en el concurso de los "Pitoquitos" qué dirigía Silinio Pérez.
Los participantes cantaban, quitaban poesía, no faltaban las rancheras de Pedro Infante, el ganador recibía como premio un Pan V. 14 de la panadería La Valerana y una entrada para ver El llanero solitario en el teatro Valera.
Fuente: DiarioElTiempo/2006/AlfredoMatheus
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