Calle Comercio. Ahora, Avenida 10
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Conocí ¡La Valera bonita! Donde hasta los “pordioseros” jamás se acostaban sin comer, todos ellos recibían una buena comida de almas piadosas que ponían en práctica el siguiente mandamiento: amar al prójimo como a sí mismo. Las calles se regocijaban cuando se escuchaba el grito ensordecedor de sus vendedores ambulantes.
Frente al Cinelandia el grito guerrero de las vendedoras “Se acaban las hallacas”. De casa en casa iban unas doñas italianas con unos enormes bultos en la cabeza exclamando a viva vos: “si hay los cortes baratos”.
Hasta los curas eran buena gente
En aquella Valera bonita, domingo a domingo, los curas salesianos, obsequiaban a centenares de muchachos de las barriadas populares, una suculenta merienda, era un día completo de actividades deportivas donde no había tiempo para pensar en drogas ni hacerle daño al vecino.
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Las calles se mantenían limpias, los trabajadores del aseo urbano realizaban su faena diaria con un amor por la urbe impresionante, la comarca parecía una taza de oro. El agua jamás se iba de vacaciones, y mucho menos, la luz eléctrica.
Me gocé la Valera bonita
Hoy siento inmenso regocijo porque “me gocé” al máximo “la Valera bonita”, compartí el maravilloso mundo de la cultura, conocí a muchos de sus grandes figuras que pisaron suelo valerano: El cantor Alí Primera. La siempre rebelde Lilia Vera. El inolvidable grupo teatral “Los cuatro de Chile”. El teatro negro de Barlovento. Los Guaraguaos y su música de protesta.
El nicaragüense Carlos Mejía Godoy y su canto libertario. El inolvidable poema Aquiles Nazoa. Pablo Canela y su violín de alegrías. Los golperos del Tocuyo y sus sabrosos golpes larenses, y muchos otros artistas de renombre nacional. Así era nuestra ciudad.
Fuente: DiarioElTiempo/2010/AlfredoMatheus
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