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sábado, 29 de septiembre de 2018

Sabrosa vivencia de Valera

Gráfica de dronesvalera.blogspot.com

       Teófilo Maldonado, es una leyenda viva de las mil aventuras por suelo valerano. Desde temprana edad, echó más vainas que una piña bajo el brazo. Se gozó a la comarca como pocos la han disfrutado. Hasta un hermoso libro, escrito con mucho humor, hablando de su “Ciénaga querida y cosas de la vida”, dejo para la posteridad. Algunas de sus sabrosas anécdotas, la presentamos en este espacio de comunicación popular.

“Cabeza de hacha”
     A mi amigo “cabeza de hacha” cuando estudiaba tercer grado lo primero que le metían en el bulto era un enorme tetero. El envase tenía capacidad de un litro y la chupa era de tal tamaño que en ocasiones le impedía tragar la maicena. El pobre cabezón parecía un “becerro mamado”. En una ocasión después de haber presentado su examen final llego a la casa gritando de alegría porque había sacado 60 puntos (en ese tiempo la máxima calificación era de 100). Estaba la señora Abigail sobándose aquella “conoa” que tiene por cabeza, cuando sale el señor Juan; después de acomodar su mandolina sobre un mueble, le dijo: “Muchacho pendejo, aquí lo que aparece es un 06”.

Paliza para que aprenda
     Cada maldad que hacia cuando muchacho le pagaba con una “paliza” de mi ti Ofelia. En ocasión mi mama me estaba castigando, en ese momento se me prendió “la bombilla” y tuve la ocurrencia de tirarme al piso haciéndome el desmayado. Mi madre dejo de pagarme y toda asustada me levantaba como para cogiera aire, mientras tanto yo volteaba los ojos para ponerle drama al asunto; me dieron agua azucarada y me dejaron en paz. Al día siguiente, como para no perder la costumbre le toco a mi tía darme la paliza. Cuando iba por el segundo correazo quise aplicarle la del desmayo y me tire al suelo volteando los ojos. El resultado fue que si no me paro rápido corría el riesgo de desmayarme de verdad por aquel “verguero” de correazos de la tía Ofelia.

Baño de agua sucia
       El señor Justo tenía una bodega en la barriada La Ciénaga, frente a la vivienda, las muchachas, se jugaban metras y trompo. En una oportunidad, el señor Justo, sumamente molesto por el escándalo que hacíamos nos lanzó un balde con agua sucia; que le cayó encima al popular “abuelo”. Este comenzó a gritarle: “Justo lo ajusto”, al mismo tiempo que hizo un ademan con los brazos en señal de abrazarlo por la espalda: santo remedio, jamás volvió a lanzarnos nada.

Lotería de animales
      En aquella época de la lotería de animalitos, los valeranos enviciados con tan popular juego soñaban en horas de la noche y veían numerosos por todas partes. Mi abuela dejaba de comprar su ganchito de chimo por jugar la lotería. Por las mañanas me decía: después que llegues de la escuela me compras un real (0,50 céntimos) de gato porque anoche soné con pelos. Cuando soñaba con plumas me mandaba a comprar el pavo o el loro. 

       Mi abuela no pegaba una con los animalitos: si compraba el gallo salía la gallina. Jugaba la vaca y salía el toro. Una mañana hablando con mi mama, la abuela manifestó: “Hoy no sé qué carajo comprar porque anoche soñé con un cuero”. Yo, para ayudarla a salir de la duda, le dije: “Abuelita, cómprese un furruco”. Ahí mismo me dio un “jetazo” que todavía recuerdo. Cuando estaba enredada con los sueños le daba por quemar los quinticos de los sorteos anteriores para ver que figura salía o se juntaba con otras vecinas a mirar las figuras que aparecían en el azul cielo valerano.

Fuente: DiarioElTiempo/2015/AlfredoMatheus

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