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sábado, 13 de octubre de 2018

Valera y sus ladrones de cuello blanco II

Gráfica de laescenadelcrimen.com

      El cronista popular Teófilo Maldonado, ha escrito hermosas vivencias de “La Valera de siempre” y de su amada barriada La Ciénega. Para este espacio ¡Domingo con lo nuestro! Recogemos la segunda parte de sus anécdotas en la comarca valerana.

Ladrones de cuello blanco 
      En una ocasión, un vecino del barrio llamado Benedicto Rivero,  por cariños todos le decían Benedo, estaba sentado frente a la casa de la señora Carmen Sánchez y en medio de su borrachera comenzó a gritar: “están robando, están robando, si, están robando”. Ante sus gritos de alarma salen de sus casa: Ana Julia y Delia, que muy preocupadas le preguntan, ¿En qué parte están robando? “Benedo”, poniéndose de pie les dice: ustedes como que están o se hacen las ciegas ¿No ven cómo estos adecos están robando al país?

Bola de fuego
       En nuestra barriada de La Ciénega para divertirnos en horas de la noche jugábamos  fútbol, pero no teniendo balón lo hacíamos amarrando una pelota de trapo con alambre, la mojábamos con kerosene que sacábamos de la pipa del   bodeguero Justo y le prendimos fuego, recorríamos el barrio dándole patadas. A esa práctica le dimos el nombre de “bola de fuego”. Gozábamos mucho con tal ingenio inventado.

Lomito de perro
       Con nosotros estudiaba una muchacha llamada Edén. La maestra le preguntó ¿diga un animal cuya carne le sirva de alimento al hombre? Edén me miró como pidiendo ayuda, le dije que contestara: el perro. Después de dar esa respuesta, la maestra la miró de pies a cabeza y le dijo ¡ay mijita, la verdad no sé qué hacer con usted! Al morir la mamá de una maestra nos mandaron en comisión para darle el sentido pésame. Al llegar a la casa de la difunta todos pusimos carita de tristeza. “melcocha” lucía unos lentes Ray-ban a la moda (melcocha era el único que usaba en la Ciénega, talco y colonia Atkinsons), se le acercó a la maestra y le expresó- “la felicito maestra, la felicito maestra”. No “rebuznó más porque no pudo”.

Pata de loro 
       Hace 60 años, en aquella Valera de ayer, era costumbre salir corriendo del salón al sonar el timbre para el recreo. Antes que tocaran el timbre, le amarré con una cuerda a los pantalones de “pata de loro” unas latas de jugo Yukerí. Al sonar el timbre: salió arrastrando las latas por el patio como si estuviera recién casado. Pegó un grito y me dijo: “te voy a agarrar, te voy a agarrar”, mientras se desataba las latas. Al ver a uno de los bedeles “muerto de la risa” le manifestó: “y a este que le pasa”.
La “seses” de melcocha

      Había una campaña sanitaria y teníamos que presentarnos los muchachos en edad escolar en sanidad para cumplir con los exámenes de rigor. En ese tiempo casi no se utilizaban los envases para la orina o las cajitas para las heces, cada quien se las arreglaba como podía.

       Fue así como “pata de loro” echó la orina en una botella de refresco y yo deposité las heces en un pote de leche Klim. El “Melcocha” refinado como siempre, llevaba las heces (él las llamaba las seses) en una cajita de fósforos y la orina en un frasquito de perfume. Cuando llegamos a sanidad estaba el “Negro Lozada” dando órdenes y gritando como siempre, mostrando su reluciente colmillo de oro, porque es grandulón a pesar de que era portero; mandaba más que el director del hospital.

Fuente: DiarioElTiempo/2015/AlfredoMatheus

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