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Usted puede creer que en 1945, un kilo de lomito costaba
dos bolívares, un kilo de hígado un bolívar. La carne de cerdo especial para
restaurantes dos bolivarianos, un kilo de chivo caroreño no pasaba de un
cascabel.
Esa era mi querida Venezuela, donde lo que faltaba era
“sarna para rascarse”.55 años después ese país de una gran riqueza se convirtió
en “pide limosna”, “recoge latas”, en “Niños de la calle”, en “huele pega”, en
políticos inescrupuloso que se hicieron ricos de la “noche a la mañana”.
La Venezuela de ayer, dice el cronista José Abinade,
tenía una pobreza con dignidad y una riqueza con honestidad. En 1945 Caracas
apenas le acompañaban 269 mil almas (la población que actualmente tiene
Valera).Si una familia tenía un automóvil y le hacía compañía un piano en la
sala de la casa, se le calificaba de chivata o gran cacao.
Era la Venezuela que pensaba: “El pulpero que fíe se
hace rico. El que venda al contado no tiene vida". Era el país donde las damas
caminaban de lo más tranquila por esas calles, sin peligro que le tumbaran la
cadena de oro o los zarcillos de plata.
El costo de una construcción no cambiaba sino después de
un año. Ahora a usted le dan un presupuesto en la mañana y en la tarde otro.
De nada valía ser rico y ser un “vagabundazo”, era mirado
con “malos ojos”. Se tenía más respeto por el hombre pobre pero honrado. En
aquella Venezuela que se fue, en 1946 se podía adquirir un Cadillac en 24 mil
bolívares, un Lincoln en 28 mil. Para quienes tenían menos entradas económicas
comenzaban el año con un Ford que salía
en tres mil bolívares.
En 1946, las líneas de carros que hoy llaman “libres”
prestaban un servicio único. Usted llamaba por teléfono y en minuto estaba el
chofer frente a su casa tocando la bocina. Los coches tirados por caballos que
sobrevivían para la época. “Isidoro” fue el más famoso conductor y dueño de uno
de estos “carrotages”. El recordado Billo Frometa lo inmortalizo con la canción
“Epa Isidoro”. Con tres bolívares lo cargaban en coche por más de dos horas.
En la “Venezuela de antier” y con la conquista española
también llegaron a tierra venezolana los primeros comerciantes. La primera casa
de abastos que se tenga noticias la monto Juan Fernández, portugués de corazón.
El gallego Juan Suarez abrió las puertas de la única botica que existía en la Caracas de “techos rojos”. Abraham, judío de nacimiento inauguro una casa de
trueques, el italiano Francisco levanto las “santa marías”al primer restaurantes.
Dice el cronista Oscar Yánez que de aquellas viejas
costumbres de los conquistadores queda toda una rica tradición de siglo, que al
paso de los años no ha podido borrar.
El Terremoto
de 1900
En 1900 hubo un violento terremoto en Venezuela que
calmo las guerras escenificadas por andinos y la región central del país. Dice
“Carameis”, cronista caraqueño que cuando comenzó a moverse la tierra, el presidente Cipriano
Castro, todo un “vergatario” con pelos en el pecho, ni corto ni perezoso
se lanzó desde un alto balcón de la casa
de gobierno. En la calle fu recogido por un grupo de vecinos quienes no
aguantaron las carcajadas al ver al presidente en pijamas y con su gorrito de
dormir. El presidente molesto por las burlas dijo a los cuatro
vientos: el miedo es libre, ¿Qué querían ustedes, que me quedara en la casa?
Solamente un palo de hombre se tira de semejante altura. Esto no es miedo
sino precaución.
Fuente: DiarioElTiempo/2000/AlfredoMatheus
los tiempos de antaño, hacen añorar en ocaño, la nostalgia de los recuerdo pueblerinos y la principal protagonista, esta valera, que muchos nacieron en ella y ya no estan....
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