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El problema del alcoholismo en el estado Trujillo y en Venezuela es más grave de lo que algunos se imaginan. Tenemos fama mundial como uno de los países que más consume alcohol en el mundo. Aquí no se salva nadie:
Hay funcionarios alcohólicos en el alto gobierno, hay curas que beben “encapillados”, generales cinco estrellas que son tremendos borrachos, profesionales con doctorados que no salen de una “pea”, empresarios con todo el dinero del mundo y ganas de pegarse un tiro por el sufrimiento que les causa su enfermedad alcohólica. También existen hombres y mujeres brillantes de intelecto, pero, no valen un bolivariano por el terrible sufrimiento que padecen. Hay trabajadores que terminan perdiendo su fuente de empleo por tantas faltas al trabajo. Indigentes y borrachitos que en algún momento tuvieron una hermosa familia, hoy, terminaron durmiendo en la calle, en el Terminal de Pasajeros o a la entrada de cualquier hospital. El alcohol no respeta posición social ni económica.
El psicólogo Eduardo Habach lleva más de 40 años trabajando con personas con problemas de alcoholismo, su vasta experiencia médica se pierde de vista. Por lo interesante de su conocimiento médico, presentamos a los lectores su opinión en relación a tan grande enfermedad que ha llevado a más de un trujillano a quitarse la vida.
Dice el psicólogo y amigo Eduardo Habach: “De los centenares de alcohólicos que he conocido ninguno llegó al consultorio movido por su alcoholismo, sino por los desastres que le estaba ocasionando la bebida. Los alcohólicos activos son personas sobresalientes, pero siempre piensan que no valen nada. Pedantes y orgullosos algunos, hablan y exageran hasta el delirio de hazañas y grandezas, pero en el fondo se sienten inferiores a las demás personas. Todos ellos son seres con mucho vacío interior, sobreviven en un torturante e infinito vacío. Un profundo vacío de afecto, de cariño, de amor. Son ansiosos e insatisfechos. Y tratan de llenar ese inmenso vacío que les parte “el alma en mil pedazos”.
Anhela una caricia y un abrazo
Son personas tristes, aunque no estén solos. Y aunque no lo reconozcan, son tristes. Y en el historial de sus vidas hay mucho dolor que “parte el alma”. Son personas aisladas y solitarias, aunque estén solas… Son incapaces de establecer una relación de acercamiento para romper el aislamiento en el que viven. Aunque no digan que están tristes beben precisamente para escapar de la tristeza. Beben para buscar esos momentos de euforia que da el alcohol, euforia que al desaparecer, da rienda suelta al drama de emociones, de las historias trágicas, de recuerdos de mucho sufrimiento. El alcohólico sin duda es un hombre que sufre callado.
Miedo a la Vida
Aunque en la noche se esconden en el paraíso que buscan a través del alcohol, despiertan en la claridad del día con mucho miedo: miedo a la realidad que les toca vivir, miedo a la lucha, miedo a tomar decisiones, miedo por las cosas que hicieron en el momento de la borrachera y nada recuerdan (lagunas mentales). El alcohólico le teme a la vida que es demasiado fuerte para su mundo interno realmente débil, muy frágil. Teme a la angustia. Tolera muy bien el alcohol pero es incapaz de tolerarse así mismo, amarse así mismo, tolerar el dolor de vivir, sufre como nadie y vive huyendo todo el tiempo de su infierno emocional. Busca el placer en forma compulsiva, pero se frustra y autodestruye en su búsqueda, y hace sufrir a quienes están cerca de él.
El mundo es tan extraño para ellos como ellos son extraños para el mundo. Son personas muy desconcertadas de la realidad. Son amantes de la irrealidad, viven soñando despiertos en grandezas que nunca llegan. Son viajeros de las brumas, héroes de papel, maestros de ilusiones, evadidos del mundo, abogados de excusas; fantasmas del triunfo, negadores de su propia enfermedad. El drama del alcohólico es de mucho vacío espiritual y sufre demasiado por ello. Nunca sabe quién es. Ni sabe qué es lo que quiere. Va y viene. Empieza algo y luego lo abandona.
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Amantes Insatisfechos
Persiguen el amor pero son siempre amantes insatisfechos. Sueñan con el amor pero su abrazo es frío, como la reja detrás de la cual ellos están encerrados. Porque el alcohólico es, aunque no lo quiera, como una ruta de pulpa jugosa, pero forrado por una corteza áspera y seca que los hace siempre sentirse aislados del afecto, incapaz de expresar amor a los demás, son seres que necesitan fuertemente el amor, pero no son capaces de amarse ellos mismos. Son incapaces de expresar ternura, porque carecen de ella; cuando se emborrachan pretenden liberarse de esa dureza que sólo alcanzan en un primer momento, no con su compañera, sino con el compañero de tragos. Cuando ya ebrio llega a casa y busca a su compañera, la ternura se transforma en desprecio, indiferencia, agresividad, gritos y violencia.
Anhela el regazo materno y busca la blandura de la madre. Sin embargo, siendo una persona muy dependiente del seno materno, el alcohólico es un despechado y tirano. Se atormenta así mismo y atormenta a la madre, la reprocha, la incrimina, la ofende, la hace culpable de su dolor, el inmenso dolor de su alma. Es ella el ser a quien más ama y el ser a quien más odia. Es el que más necesita y el que más le estorba. El alcohólico busca y rechaza no solamente a la madre, sino todo lo que sea femenino, olor de mujer. Por eso en el matrimonio ama y aborrece a la mujer, la anhela y la repudia, la necesita y la destruye.
Nadie fracasa como él en las relaciones de pareja. Se esfuerza en ser egocéntrico y caprichoso, soberbio y orgulloso. Incapaz hasta de ser egoísta, porque si el hombre alcohólico fuera capaz de amarse así mismo, sería capaz también de superar su egoísmo para amar a los demás.
Piensa mucho en el suicidio
Sufre mucho. Son destructores. Los alcohólicos que he conocido siempre les han acompañado un principio por destruir. Es sin duda un ser autodestructivo. Se destruye él y destruye su entorno familiar. Piensan mucho en el suicidio. Conozco dos suicidas que mucho tiempo antes de matarse fueron pacientes míos. Su laberinto de sufrimiento jamás les permitió siquiera comprenderse. Para ellos el suicidio fue una absurda y misericordiosa fuga ante la insoportable pena que vivían. No creo que pueda hablarse de cobardía cuando en un momento de locura un hombre se desprende o se despide de este mundo, cansado de tanto dolor o aquél que todos los días se dedica en arrancarse un poco la vida como lo hace el alcohólico cuando está bebiendo, no es difícil que un inesperado momento se escape de la vida para siempre: yo los comprendo, porque el dolor de un alcohólico es grande, muy grande.
Pero lo expuesto aquí me parece importante para aquellos que no son alcohólicos, para que entiendan que detrás de ese aparente vicioso, de ese ser irresponsable, de ese hombre que algunos llaman “sinvergüenza”, de ese sujeto a veces repugnante y brutal, de esa persona que lo deja todo por el alcohol, no hay otra cosa que ¡un hombre que sufre! No es un monstruo, es solamente un hombre enfermo, es un ser humano que busca ahogar su dolor en el alcohol, que pide a gritos ayuda, una mano amiga que los saque del infierno en que sobreviven. (Psicólogo Eduardo Habach)
Fuente: DiarioElTiempo/2010/AlfredoMatheus
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