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Hace 90 años (1920), al final de lo que conocemos como calle 8 (Hoy barrio El Milagro) había una alcabala con un solitario policía que se encargaba de chequear de pies a cabeza a todo aquel que llegaba o salía de Valera, años más tarde por este lugar se abrió la carretera trasandina a punta de pico y pala gracias al sacrificio de los presos que la dictadura gomecista mantenía en condiciones más que infrahumanas, la vía de tierra y piedra se extendió hasta Mérida y Barinas.
En 1955 Valera es toda una fiesta con la inauguración del estadio olímpico, meses más tarde comienza a prestar servicio la avenida el estadio con iluminación de mercurio y cuatro canales de circulación, todo, gracias al dictador Marcos Pérez Giménez.
Poco a poco en los cerros cercanos la gente más pobre va levando ranchos donde sobrevivir. La noticia se riega de boca en boca, de Urdaneta, La Quebrada, Jajó, La Mesa de Esnujaque, Santa Ana, comienza un peregrinar de trujillanos en la búsqueda de hacer realidad un sueño; tener un techo propio. Fueron muchas las luchas, los planazos y golpes que recibieron quienes dirigían la pelea, de allí el nombre de “Barrio Ajuro” como fue bautizado el sector en un principio.
Las mujeres jugaron un papel de primer orden, mientras los maridos estaban presos a causa de las invasiones, las damas en busca de una vivienda, para sus hijos continuaban la lucha al lado del sacerdote José Humberto Contreras y Juan de Dios Andrade que tuvieron el suficiente coraje para enfrentar la crueldad de los cuerpos policiales y militares que sobresalían por la bestialidad como reprimían al pueblo.
Queremos la cabeza del prefecto
Las dos primeras invasiones fueron atacadas a sangre y fuego, los parroquianos aprendieron, se organizaron con mayor fuerza y espíritu de lucha. El 24 de junio de 1958, se levanta en armas el general Castro León en el Estado Táchira, mientras el gobierno se defendía de esta asonada militar, los trujillanos sin vivienda aprovechan la oportunidad y con mayor cantidad de personas ocupan nuevamente los terrenos.
Semanas después la represión se hace presente, como fieras salvajes policías y guardias nacionales arrasan todo a su paso, a los dirigentes se los llevan a la comandancia de policía, en horas de la noche Valera está convulsionada, todos marchan a la plaza Bolívar a pedir la libertad de los detenidos, la consigna era: “Libertad para los presos o la cabeza del prefecto”, las patrullas y carros oficiales son volteados “patas arriba”, la turba enardecida no hay quien la detenga, horas después llega el gobernador adeco, General Antonio Briceño Linares, exige que una comisión de cinco personas que nombraran los invasores se reunieran con él en la comandancia, minutos después, salen en libertad los dirigentes presos, salieron ante los gritos y aplausos de toda una multitud los líderes Ángel Ramírez Plaza (padre del trabajador comunitario Roberto Ramírez), Benjamín Leal, Humberto Marín, Rafael Hernández, Gilberto Villegas, Florencio Ramírez, hasta el barrio son llevados en hombros como verdaderos héroes populares.
Helicópteros Militares crearon el terror
El 25 de julio de 1958, un helicóptero sobrevuela “Barrio Ajuro” creando el terror entre las familias invasoras, desde el azul cielo valerano comienzan a lanzar hojas volantes donde amenazaban a la comunidad que si no desalojaban inmediatamente iban a bombardear el sector. Hombres y mujeres en un principio entraron en pánico, el temor se apoderó de la gente, algunos pensaron “colgar los guantes” y desistir de la lucha, quienes dirigían aquella muchedumbre se les “prendió el bombillo” y fueron en busca de auxilio de los sacerdotes Juan de Dios Andrade y Monseñor José Humberto Contreras, estos aguerridos curas del pueblo llegan al sitio de la invasión con la imagen de la Virgen de la Milagrosa, a campo abierto realizan una motivadora misa, levantan de nuevo el ánimo de los pobladores, hablan de los sacrificios que vivieron los primeros cristianos; “Dios está por delante” y siempre está al lado de los demás pobres, cuando la justicia está de parte del pueblo, hay que perseverar hasta el final a pesar de todas las consecuencias “ aquellas palabras de los curas encendieron corazones, prendieron la llama de la rebeldía, y toda la población decidió mantenerse en los terrenos esperando el fulano bombardeo que jamás llegó.
Fuente: DiarioElTiempo/2010/AlfredoMatheus