viernes, 10 de agosto de 2018

Arturo Sulbarán. El gran bodeguero del barrio

Gráfica de Valeraendesarrollo.blogspot.com

       Arturo Sulbarán es el gran bodeguero del barrio Las Mercedes, de La Floresta de esta ciudad. Nació en los páramos de Mendoza, en el Valle del Momboy. A los 6 años ya estaba levantado, ordeñando vacas y dándole de comer a los animales, además de que le estaba prohibido aprender a leer y escribir. Dice con cierta nostalgia: "Habían otras necesidades más apremiantes en casa y no existía tiempo para los estudios".

      Desde este espacio al servicio de la ciudad y su gente compartimos las anécdotas de nuestro buen  amigo Arturo: un libro viviente de sabiduría. Desde ese Trujillo de ayer y hoy, dijo:

       Mi primer sueldo fue de un bolívar, llegaba a casa lleno de liendres y pulgas, todos los días había que hervir la ropa. Luego gané 9 bolívares por semana cargando caña. La vida era muy tranquila, el respeto se sentía, pero mucho sufría por la carencia mínima de servicios públicos.

       Creo que nadie ha trabajado como lo hice yo. Sembré yuca, ñame, maíz y tabaco para elaborar chimó. Montaña adentro me dediqué a sacar miche, claro, en un alambique.

      Hace 65 años el precio de los artículos eran de un bolivar: El kilo de carne un bolívar. El kilo de queso un bolívar. 12 Huevos Criollos y buenos un bolívar. Una panela (0,25 céntimos) un flux blanco de Lino mugacel costaba 7 bolívares. 

      El cambur que hoy tiene un precio de 600 bolívares el kilo, te lo regalaban. De Mendoza a Valera los pobladores madrugan para caminar antes que saliera el sol, otros montaban en burro o caballo.

Alimentación sana 
      La alimentación de antes era muy sana. No sufro de ningún dolor de cabeza, gripe me da una vez al año. Si alguna bisagra del hueso me duele, poquito de kerosén y ¡Adiós dolor! 

Remedios caseros 
       En aquellos tiempos en mi pueblo no habían médicos, ni medicaturas; los que atendían la vida eran los populares hierbateros y curanderos de la zona.

       Esos señores tenían el corazón del tamaño de una montaña. Cuando muchacho tuve una diarrea de sangre, me sentaron en una vasinilla llena de agua tibia y matas de pericota. Allí deje ¡Hasta el diablo! 

      Para las caídas y golpes aplicaban sobas con aceite de tártago y daban de tomar al paciente cristales de sabila y guarapo de panela, tan buenos que ¡Levantaban muertos!

      Para el dolor de estómago guarapo de manzanilla. Para la bronquitis y el dolor de pulmones dos cabezas de ajo en ayunas por una semana, y eso, eliminaba los pesares.

       En el momento del parto, la mujer embarazada era atendida por una comadrona, le daban de tomar manzanilla y cuando comenzaba a sangrar, la comadrona gritaba: "Ya pintó, ya pinto" aquí viene el muchacho. Para que la mujer recuperase energías le preparaban sopa de gallina negra y le prohibían bañarse y salir al sereno.

Parranda hasta el amanecer 
       La diversión era el juego de bolos, la pelea de gallos, el miche sanjonero, las zambullidas en el río Momboy, la pelota de calle, papagayos, las metras, los trompos. La cerveza no existía, los hombres le metían al sanjonero, las mujeres tomaban leche de burra y miche con miel de abejas, no faltaba la mistela (miche con panelas y clavos).

       Equipo de sonido no había llegado al pueblo. Parrandas eran amenizadas con música de bandolina, guitarra, cuatros y violín. Las cenas en familia eran de pavo horneado, de gallina y sancocho de mondongo. 

       Parroquianos que se emborrachaban y le metían al ¡Loco!, eran conducidos a la prefectura del pueblo, se les quitaba la ropa y se les daba un buen baño de agua fría. Los borrachos terminaban ¡Temblando! pero la pea desaparecía. 

¡A parir se ha dicho! 
       Me nacieron 30 hijos. Todos crecieron por la gracia de Dios y me salieron hombres de bien. Siempre he escuchado que un padre bueno tiene hijos buena gente. El secreto para llegar a viejo es tener paz con uno mismo. El hombre amargado nunca vive mucho.

       A nadie hay que hacerle mal, para que nos vaya bien en la vida. Uno recoge lo que ha sembrado, esa es la ley. No hay cosa más divina que tener paz en el alma, vivir sin miedo y caminar por las calles con el espíritu alegre.

Fuente: DiarioElTiempo/2005/AlfredoMatheus

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