viernes, 3 de agosto de 2018

Aquellas Pulperías

Gráfica de Caracascuentame.wordpress.com

     Las pulperías o bodegas en tiempos pasados se convirtieron en lugares de encuentro en la comunidad para compartir la vida: Hacer uno que otro negocio, informarse quien “pelo cacho” o se lo llevaron los pájaros negros, hablar bien o mal del gobierno, conocer mal del gobierno, conocer de la salud de fulano de tal quien se encontraba últimamente un poco “Federico”. Hoy lamentablemente las pulperías han sido sustituidas en muchas partes por los supermercados.

      En comunidades o en pequeños pueblos, los pulperos eran todos unos personajes que gozaban de gran popularidad. Le acompañaban interesantes habilidades para el comercio, unos verdaderos artistas atentados al público sin que jamás hayan recibido uno de esos cursos que llaman de “relaciones humanas”. Tenían bastantes conocimientos de la comunidad, unos “unos doctores del saber popular.

     Algunos bodegueros se convirtieron en fogoso dirigentes políticos, otros fueron nombrados prefectos, combinaban los oficios del comercio con el de curanderos, eran los encargados de comercializar las cosechas de los productores agrícolas, los vecinos los buscaban como padrinos del muchacho que daba sus primeros pasos.

      En estos tiempos de globalización, podemos encontrar en pueblos trujillanos una que otra pulpería donde hay de todo, como en botica: Quincallería, herramientas, granos, quesos, mantecas, frutas secas, guarapo de panelas, frijoles, caraotas negras, maíz, trigo. 

       El pulpero de pueblo jamás recibe un homenaje de las llamadas fuerzas vivas, ni es recordado el primero de mayo, es hombre trabajador desde que amanece hasta que anochece, nunca cierra sus puertas (salga sapo o salga rana), de lunes a domingo están como un clavel, atendiendo al publico al “pie del cañón”.

       Los pulperos vivieron su mejor época en tiempos de la colonia, eran personas que gozaban de muchos privilegios, reservados solamente para los grandes “cacaos”: Sacerdote, militares, gobernantes. Los comerciantes podían usar armas de fuego, comprar esclavos, vestir ropa de seda, llevar bastón, utilizar joyas, obtener títulos de nobleza, algo prohibido para el común de la gente.

       Gracias debemos a los pulperos porque fueron quienes inventaron popular “fiado” o vender a crédito. Había otros más agrados que viejita montada en motocicleta que no le fiaban ni a la madre, eran lo que ubicaban un aviso a la vista de todos que rezaba: “Hoy no fio, mañana si”, ese mañana jamás llegaba. Mientras los compradores, para no quedarse atrás inventaron la famosa “ñapa”, era un pequeño obsequio que los clientes solicitaban al pulpero después de la compra. En las bodegas nació “el regateo”, consistía en pedir rebaja a un producto hasta que  el pulpero reventaba: “Hasta aquí me trajo el rio, no rebajo más, lo toma o lo deja”.

       Hoy en la Venezuela del siglo 21 las cosas han cambiado. El comercio ha dado origen a otras expresiones: Buhoneros o economía informal, con pequeños comerciantes de ropas, quincallerías, libros, ropas, comidas, juguetes. El buhoneros agarra aunque sea fallo, lo importante es llevar comida a los muchachos… En zonas rurales encontramos al “trueque”, donde campesinos cambian un cochino bueno y gordiflón por unos chivos; una mula por dos burros; una vaca, por un toro.

       Finalmente, no podemos terminar este encuentro con los pulperos sin nombrar a bodegueros como Toño lobo, “Torrito” en la Cenaga, Felipe Vielma, en la calle 14.Ciro en el mercado viejo, Trino Arismendi en la Av.15… En los barrios y pueblos trujillanos todavía podemos compartir en una y otra pulpería, allí se fía de noche y de día, algo que no hacen los comerciantes chinos y árabes, “esos señores no le fían ni a la familia”, es más “no comen cambures para no botar la concha”.

Fuente: DiarioElTiempo/2004/AlfredoMatheus

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