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Aquellas fiestas al niño Jesús, que se fueron para no volver, era la banda de músicos que recorrían las calles con sabrosos pasos dobles que ponían a bailar a los mirones. el pueblo era toda una fiesta de ilusiones: los juegos de evite y azar, el aguardiente tapa el tuza, la venta de fritangas al aire libre daba un ambiente carnavalesco a los festejos.
Se reunían payasos que hacían reír a carcajada suelta a los mismos viejos del pueblo, magos que sacaban palomas de un negro sombrero, comerciantes ambulantes que vendían de todo como en botica: manteca que hacia crecer el cabello al peor de los calvos, gotas que curaban el reumatismo en un santiamén, pomadas que aliviaban las varices más cojonudas, ungüentos especiales para dolores de muela.
Todo era un gran mercado, asombro causaba el hombres de elegante vestimenta que hacia mil piruetas con los zancos que lo transformaban en el de mayor altura aquellos días de fiesta, hasta brujos llegaban a Escuque a adivinarle el futuro al incautos labriegos que creían en el más allá.
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Se fueron las fiestas
Con sus circos y payasos con hambres atrasadas, los trapecistas que le daban tremendos sustos a viejos y niños, la chiva sabihonda que adivinaba quien cargaba interiores y quien no, el hermoso viaje de la luna delicia de los más pequeños, los carruseles con sus caballitos de madera y múltiples colores.
También se fueron aquellas mujeres que ejercían el oficio más viejo del mundo (prostitución), marchaban a Escuque, no a rezarle al Niño Jesús, para lavar sus pecados, sino a conquistar a conquistar a cuantos hombres se le cruzaban y que se bajaban con buen dinero a cambio de sus horas de loca lujuria.
Jamás se volvieron a ver hombres y mujeres que provenientes de diversas partes del país pagaban promesas arrastrándose de rodillas por empinadas calles como pago por un favor recibido del milagroso Niño Jesús
Fuente: DiarioElTiempo/2017/AlfredoMatheus
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