domingo, 11 de noviembre de 2018

Los Carnavales en la tradición popular

Gráfica de notitarde.com

       El carnaval fue una fiesta con “alma de pueblo” en épocas pasadas. El juego con agua, harina y pintura fue traído a Venezuela por los europeos que llegaron a estas tierras de llanos y montañas. Cuentan viejos cronista de la Caracas anónima, que José Antonio Páez, con el mismo entusiasmo que le acompañaba para lanzarse al terreno de guerra y derrotar a batallones de experimentados militares españoles, igual fuerza humana le hacía sombra para recorrer calles caraqueñas los días de carnaval, montado en briosos caballo y echarle agua al más “encopetado” que encontrara a su paso.

       Por su parte el Presidente José Tadeo Monagas, con ganas de poner orden en el país, por decreto prohibió el juego de carnaval con agua. Cuál sería su sorpresa, cuando vio que todos sus colaboradores, militares y demás funcionarios, comenzaron a llegar al palacio de Gobierno, empapados de agua. Dicen que el presidente jamás había reído a carcajada suelta como ese día, burlándose de los “cara dura” y carácter fuerte de sus edecanes, mientras manifestaba, “que con el pueblo no hay quien pueda”, por aquello “que todo lo prohibido es divino y llamativo”.

El entierro de la hamaca
       Destaca el folklorista Luis Felipe Rivera; “en pueblos de Naiguatá y Puerto Cabello, se realiza desde el siglo pasado el “juego de la hamaca”. El martes de carnaval una muchedumbre sale en procesión con pesada carga de trapos viejos, que llevan envueltos y colgados de dos palos y que llaman hamaca”.

       Expresa Luis Felipe Rivera, “la hamaca simboliza la costumbre d nuestros humildes campesinos venezolanos, cuando en tiempos pasados acostaban dentro de un chichorro a los enfermos graves para llevarlos, entre dos hombres al pueblo más cercano para que se le brindara asistencia. Pero a veces, también llevaban los cadáveres para proceder a su entierro en el pueblo vecino.

     La procesión o romería con la hamaca a cuestas, es toda una fiesta popular, donde se reúnen viejos, niños y jóvenes, que en alegre caminata recorren las calles bailando al son de pegajosa música, a la que se le suma un grupo de hombres que practican el “juego del garrote”, así como una gran cantidad de mujeres que llaman “las lloronas”, que haciendo teatro de calle, lloran como “Magdalenas”, en el entierro de la hamaca.

Gráfica de frnst.wordpress.com

Entierro de la sardiana
       En pueblos de Naiguatá se realiza el festeo llamado el “entierro de la sardiana”. Allí los hombres se disfrazan con hojas de cambur y se hace la coronación de la “Reina de la Sardina”, que es un verdadero acontecimiento colectivo.

     Manifiesta el investigador de la cultura popular venezolana, Luis Felipe Rivera, que en Naiguatá se bebe se baila, sin que suceda el más leve incidente, a pesar que todavía se usa el juego con agua, harina, talco y perfumes.

     La sardina, que es hecha de cartón es paseada por la población. A eso de las 10 de la noche, el miércoles de ceniza es lanzada al mar. En esta manifestación teatral, se leen largos discursos, donde los políticos reciben el más duro escenario público por las fechorías y engaños cometidos.

El Carnaval en barriadas valeranas
      Parece ser que después de la caída del hoy reivindicado General marcos Pérez Jiménez, se formó el propio destape entre los venezolanos. De nuestra niñez recordamos las famosas mojadas de agua que recibían los policías por los lados de la calle 16. Allí se reunían de 20 a 30 mocetones a bañar a “Raimundo y todo el mundo”, y cuidado con molestarse, como ocurrió con un conocido comerciante italiano, que revolver en mano se enfrentó al batallón de jugadores, estos le quitaron el arma, lo pintaron de pies a cabeza con crema negra de lustrar zapatos, le vaciaron varios baldes de agua con harina de trigo, y por ultimo perfume “Pacholí” y pintura en polvo. Cuentan que cuando llego a su casa la familia le cerró las puertas, pensando que era un demente de los que deambulaban por la caridad.

       Los carnavales de ayer eran los recordados desfiles, carrozas y comparsas por calles de la ciudad, sobresalía la que denominaban “Los Piratas”, que encabezaba el recordado “Tarzan Hernández”, gloria del automovilismo nacional. La alegre caravana era acompañada por bellas mujeres que lanzaban caramelos y dinero a los muchachos. Mientras los ya entrados en años recibían su buen baño de agua.

      En las escuelas, niños y maestros organizaban inolvidables fiestas, con menos recursos que los que encontramos hoy. Pero se destacaba la iniciativa, la creatividad y el entusiasmo por conservar viejas tradiciones.

Fuente: DiarioElTiempo/1996/AlfredoMatheus

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